miércoles, febrero 08, 2006

capítulo 16 : El Coloso (+cap. 16bis : Hamurabi)

Cuando las dos bestias de madera estubieron lo suficientemente cerca en aquellas aguas incendiadas, se hizo un momento de silencio, como si hubiera pasado un ángel. Justo el tiempo que tardaron las mechas de los ochenta cañones del Coloso en prender hasta el detonante. Luego se dejaron aparecer los otros ángeles, los de las trompetas, que venían anunciando el apocalípsis.

Toda la batería de estribor tronó en su correcto orden, de popa a proa. Pocas balas o ninguna atravesaron catastroficamente el casco del Putafosca, pero en algunas partes comenzaron a oirse los primeros chillidos de dolor, provocados por las astillas que saltaron con el golpe de aquellas moles de hierro. Solo entonces, diez grandes planchas, de treinta pies de largo y cuatro de ancho comenzaron a levantarse en el Putafosca hasta que estubieron en vertical y después se dejaron caer sobre el Coloso. Una de ellas no se sostubo y cayó al mar, y otra aplastó a uno de los recios marineros de dhow. De la goleta de dos mástiles y medio comenzaron entonces a brotar una legión de bucaneros, avanzando por las planchas mientras disparaban pistolas a dos manos.
--¡Derribad las planchas! --Rugió Hamurabi a sus soldados, que ya empezaban a a caer frente a la invasión.
Dos de los más cercanos a él corrieron raudos intentando volcar una tabla y comenzaron a arrastrarla hacia la borda, protegidos por un escudo de acero. Dos de los más adelantados perdieron el equilibrio y cayeron, pero en aquel momento uno de los dos recios musulmanes cayó fulminado como si una bomba hubiera explotado en la cabeza. Jordi y su rifle tomaban posiciones a larga distancia.
--Capitán --llamó un guardia de Hamurabi-- ¿disparamos los cañones largos?
--Ya es demasiado tarde para eso. ¡Si nos entretenemos hudiendo su barco cojerán el nuestro!--
Una gran explosión sonó en la popa, cerca del lugar donde ya había estallado el otro barril. Hamurabi, ignorante del combate singular entre la mujer y Cuchillo, se preguntó si el ataque había llegado ya a aquella parte. En todo caso, no tenía tiempo de matar esa curiosidad.
--¡Guardias, cargad contra la tercera tabla!
Allí se encontraba el encorvado y paliducho Edrik, respaldado por cinco de sus más forzudos hombres. Él tambien gritaba órdenes a diestro y siniestro. Cuando disparó sus dos pistoletes, los arrojó con puntería al moro más cercano, y pronto se halló luchando en la baja borda del dhow.
Sonó un segundo y último redoble de cañones del dhow, algunos de los cuales volaron parte del castillo de popa del Rapsodia. Pronto la lucha llegaría hasta las mismas cámaras donde se situaban los cañones del Coloso.
Gregor, justo delante de Edrik, seccionó el brazo de un musulmán, que comenzó a recular hacia los camarotes. Sin embargo, el inglés decidió que aquel aun podría manejar un arma con la otra mano y que tenía que acabar el trabajo. Pronto el temerario se vio rodeado por tres cañoneros que saltaron hacia él, y harto tubo con intentar parar los golpes de cimitarra y alfange .Una porra surgida de cualquier lugar chocó contra su rostro; desequilibrado por el dolor, vio como una hoja curva lo rajaba a la altura del bajo vientre, haciendo que parte del intestino empezara a caersele. No tubo tiempo de hacer nada más que contemplar aquello, y después sus ojos se cerraron para siempre.
La guardia de Hamurabi intentaba dar caza al maestre del Rapsodia. Este lo sabía y los mantenía ocupados huyendo y escabulléndose entre la tripulación arábiga. Entonces, el propio capitán del Coloso oyó rápidos pasos hacia él y se giró en redondo, con el tiempo justo de parar el golpe de Akil y darle un sobervio golpe de puño en el pecho. Lo hizo retroceder varios pasos, mientras él intentaba coger aire con unos pulmones aplastados. Hamurabi lo desafió en un perfecto árabe:
--¡Vaya, mi buen Akil, parece que los pescadores tambien intentan ahora dárselas con la espada!

___________________________________________________________
___________________________________________________________


Capítulo 16 bis: Hamurabi


El escaso fuego griego que empezó a arder en el muelle fue rápidamente sofocado por más voluntarios que responsables, como si de un hormiguero en peligro se tratase, los marineros se afanaron en apagar unas llamas que a veces resistían el efecto del agua arrojada. Muchos otros huyeron despavoridos o se deicaron a llevar sus nabes hacia mejor puerto, y ninguno se atrevió, en primer término, a atacar a las dos naves que ladraban, se mezclaban y ardían.
Para tranquilidad de Tim, el cañonazo de Akil fue visto por varios testigos que no tardarían en pregonar que el Coloso había iniciado un ataque de oscuros intereses contra Golden. Tambien el chorro de fuego de la Rapsodia Putafosca fue visto, pero en el caos de la batalla, nadie podía saber si esta pretendía atacar el puerto o la nave de Hamurabi.
En todo caso, casi la mitad de la tripulación del capitán musulmán se hallaba en el puerto y no tuvo acasión de subir abordo.

Lefo Murillo cayó al agua con una fea herida cerca del ombro. Tal vez muriera, pero por lo pronto quedó en el mar, y no pudieron recogerlo. Arrigo, el mayor de los cinco hermanos gitanos no tardó en desobedecer a su maestre y localizar a aquel que pudo haber disparado la bala, blandiendo como lo hacía una alfange vieja y algo oxidada en la diestra, y una navaja aragonesa en la siniestra. Sus golpes tenían casi siempre algo de desesperado y huidizo, buscando a menudo la ventaja con todo tipo de trucos ruines: arrojar objetos, fingirse débil para atacar al confiado o trepar para caer mortalmente sobre prevenido o desprevenido. Se abrió paso a golpes de alfange y cuando estubo en la espalda de los que creyó que podían haber disparado a su hermano, clavó la navaja en sus cuellos.

Edrik, perseguido como estaba por seis de los temidos guardias de Hamurabi, se batía en una huida continua mientras gritaba voces de mando, llegando en último término a volver al Putafosca donde dos de las bestias que lo perseguían fueron abatidos por el rifle con alargavista de Jordi. Los otros tres perdieron la esperanza de pillar al Maestre, y se unieron a la gran masa que defendía de forma indiferenciada el Coloso. Más tarde se supo que al menos otro miembro de la guardia había caido bajo la catana de Jieggel.

El balance de la batalla empezaba a favorecer la victoria de los abordados en la mitad de popa, donde solo tres tablas de abordaje habían conseguido tenerse. Allí podían contarse sin duda mas cadáveres del Putafosca, y los moros empezaban a desplazarse a la otra mitad del barco donde Hamurabi el Perro atizaba a Akil entre el resto de la sangrienta algarabía. Si ambos hubieran combatido en un tablado en duelo singular con público, aquella riña hubiera sido recordada. Hamurabi no solo era enorme, si no que se movía rápido como una bestia enorme en estampida. Como una osa que hubiera perdido sus oseznos y se hallara delante del cazador, o como... Sí, eso era: como uno de los grandes Ogros de los que empezaba a hablarse en esa época. Hamurabi no era un Ogro, pero su tendencia a destrozar brutalmente todo a su paso dejaba pocas salidas a Akil, que ya había sido golpeado en las dos piernas. Evitar el filo negro del Perro ocupaba casi todas las empresas que el flaco pudiera pensar.
Fue entonces cuando fue acorralado en el cuarto de cocina. Pensó en lo bien que le hubiera venido uno de esos explosivos de mano que su mentor Jordi le había enseñado a fabricar, pero allí no tenía ninguno. Había sin embargo una gran campana para anunciar la hora de comidas, y un martillo para tañerla. Akil lo cojió con su mano izquierda y se abalanzó hacia él para estampársela. El arrojo fue tan repentino que aunque el ogro esquivó la primera inercia del martillo, moverse lo dejó desequilibrado, y el flaco aprovechó para cortar con su alfange la cuerda de la campana. Tampoco la caida de esta lo golpeó de pleno, pero la presa y el predador empezaban a intercambiar papeles. La campana cayó de cualquier manera, y una vez en el suelo empezó a girar por el suelo. Mientras intentaban que sus pies no fueran aplastados por la mole ambos se atacaron, recibiendo Akil el peor puñetazo en la cabeza que hubiera recibido nunca. El golpe lo mandó fuera de la cocina, y poco después se vio huyendo, definitivamente. El bruto, sin embargo también recibió su golpe en la cabeza al mismo tiempo que él golpeaba. Akil lo había alcanzado con el mazo.
Aun atontado y viendo las estrellas Perro salió de la cocina buscando a un adversario que ya había desaparecido. En contrapartida, encontró la esplada del otro "náufrago" que había subido al dhow. Estaba a menos de veinte pies, y más allá estaba la mujer de los ojos de diablo, al parecer dispuesta a saltar al agua. Lanzó su rugido de furia y empezó a correr hacia Cuchillo...

1 Comments:

Blogger Amarth said...

Vaya parece que ya empieza la limpiexa de plantilla y el inicio de una cruenta batalla esperemo mas XDDD

2:55 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home