jueves, febrero 23, 2006

Capítulo 30 : La morada de Regueira

El lugar hacia el que iban no se alejaba demasiado de la brisa marina. Desde las cercanías de la Plaza do Comercia y la Casa Dos Bicos, donde amarraron, no tardarían en internarse por la Rua Augusta, hasta llegar a la Plaza Figueira. Y para su intranquilidad, todo este camino parecía trascurrir peligrosamente a la vista del Castillo de San Jorge, que parecía vigilar sus pasos desde lo lato de la loma. Podían imaginar, desde la plaza Figueira, como algunos cargos de la guarida del castillo comenzaban a dar órdenes; los piratas, por su parte, ya estaban al norte de la loma, mientras que ellos mirarían hacia la costa, hacia el sur.
Tim paró en seco al llegar a la plaza. El antro de Regueira no quedaba muy lejos, y la mirada escudriñadora del capitán se esforzaba por sacar a flote los recuerdos y compararlos en aquella penumbra. Tras un breve deambular --un sospechoso deambular de una cuadrilla que no podía ser más variopinta-- el capitán acabó reconociendola; no era a primera vista una casa diferente a las de aquella opulenta zona de paseo. Las amplias puertas de gruesas tablas tenían un llamador de martillo que el capitán no tardó en levantar. Antes de eso sin embargo, tubo la precaución de dar algunos de sus fardos a Jieggel, principalmente uno alargado y enfundado que yo ya había visto detrás de la su silla de mando en el Putafosca.
--¿Quién vive? --Preguntó una voz autoritaria al otro lado.
--Tu verdugo si no me abres. Traigo noticias para Regueira.
--Regueira ya no habita aquí.
Tim Cabeza de Tiburón se alejó un poco de los portones y calculó sus posibilidades de saltar a la otra parte de la casa. Tal empresa no era difícil, pudiendo salir airosos incluso de una guardia de cuatro o cinco hombres. Pero evitar que el ruido diera aviso a corchetes que ya los buscaban hacía peliaguda la situación.
--¿Y dónde anda ahora esa zorra?
--Ni a vuestra merced ni a mí, y si conocerle se lo adelanto, le incumbe esa cuestión.
Tim se quedó mirando hacia el lugar donde provenía la voz, por una fina reja de hierro donde el guardia debía estar vigilándole. Apenas vislumbró dos ojillos bajo espesas cejas negras, pero entonces la mirada de apartó temblorosa. Tal vez ya conocían al capitán, y no quería ser reconocidas. El capitán suspiró y miró hacia sus matones.
Con un gesto, indicó que no había nada que hacer por esta noche. Dio media vuelta y comenzó a alejarse. Antes de perderse de vista, sin embargo, lanzó su hacia los portones un peculiar adios:
--El que niega la entrada de Dios en su casa, es un pecador. El que niega la entrada del diablo, es un santo. Pero si el diablo en persona es el que llama, puede acabar quemado igual en el infierno.


Por el camino, Cuchillo preguntó que iban a hacer ahora.
--Aquel guardián no sabía dónde estaba su señora.--contestó con voz abstraida el capitán.
En realidad tenía ya planes de caza para el dia siguiente, atrapar a la bruja con un cebo singular; pero el alma de Tim trataba sin embargo de no caer por el barranco del desamparo, en una cuestión de la que Cuchillo ignoraba la gravedad: Al terrible Tim le disgustaba la tierra firme. No conseguiría dormir aquella noche.

2 Comments:

Blogger Amarth said...

Salting!!!!!

Cierto Hiswelin, no era esto primera persona?? Weno sera un despiste

3:06 p. m.  
Blogger Bru Ponç said...

Aiva! sí, lo de la 3a persona ha sido un despiste, ahora lo cambio.

Lo de "cazarla a plena luz del dia" ha sido una avanzadilla para lo que creo que quería escribir Amarth, ¿no? Algo me dijiste de aprobechar una lanza y de una subasta... (guiño)
Ya veremos.

3:41 p. m.  

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