domingo, febrero 26, 2006

Capítulo 32 : La subasta

La sala era en aquel momento una especie de vórtice en el que se concentraban distintos tipos de pólvoras, aunque sin duda la de mayor explosión era la que procedia del hombre llamado Francisco de Gómez de Sandoval y Rojas. Aquél que pasó a la historia con el título de duque de Lerma, valido de Felipe III.
Era imposible saber si él mismo se encontraba en persona, pero su influencia se hacía presente en cinco de sus hombres, que lucían orgullosos el escudo real. Y auque en este ambiente no se respetaran protocolos de realeza --acudir a este acto ya era en sí mismo pecado mortal de apología a la brujería-- tocar a estos hombres haría caer una tormenta terrible.
Se encontraban así mismo dos adinerados capitanes, con una corte de tres o cuatro matones cada uno, y un joven embozado hasta los ojos que para incredulidad de Cuchillo portaba oculto el blasón de los Aviz, la dinastía que con la muerte del cardenal Enrique quedaría extinta teóricamente en 1580. El joven quedaba al amparo de un soldado personal vestido de armadura, una como las que usaban los conquistadores en las indias. En la noche de 1607, el reconocimiento de aquél hombre podría suponer un nuevo y poderoso quebradero de cabeza para la corte de Felipe III, de los Austrias. Por útimo, cuatro o cinco burgueses indiferenciados se sentaban en un lado de la sala, e intentarían hacerse con la lanza de Alwulgis; si bien uno de ellos solo interpretaría ese papel. Era el capitán Tim Cabeza de Tiburón.
Jieggel, Jordi, Akil y cuatro o cinco hombres más se situaban a la vista de todos, intentando parecer la punta visible de una guardia que dominara la situación.

En aquel momento aparecieron Cuchillo y Neria, caminando por la tarima del local. Cuando llegaron a la mesa puesta a tal efecto, destaparon el objeto y se sentaron. Aprovecharon la sorpresa del momento para escudriñar con la mirada aquella masa indiferenciada de poderes: No había rastro aun de Regueira.
--Hombres que quedais aquí reunidos, no olvidareis esta noche. Cuando muchos la creían perdida, y solo unos pocos la creían en manos del odioso capitán Tim, yo os la traigo. La primera cifra ya se me a presentado en cinco mil maravedís españoles, por el hombre del fondo de la sala. Pero no dudo que muchos estareis dispuestos algo más. ¿Verdad?
--Cincuenta mil maravedís --Sonó de la voz de uno de los capitanes de mar. Hasta el agente del duque de Lerma quedo asombrado por un momento, y se dispuso a responder con más dinero. Sin embargo, en aquel momento sonó la puerta de la sala, y un hombre menguado de rasgos judíos entró por ella.
--¡Detengan el acto unos segundos al menos! Tengo noticias para los señores Tomás Rodrigo y Neria, ofrecentes de La Lanza.-- Cuando el hombre se acercó lo suficiente como para uqe solo ellos pudieran oirlo, el hombre continuó. --La anciana mujer R a la que buscais me manda deciros que está entre nosotros ahora. Ha acabado cayendo como deseabais y si cancelais esta estúpida subasta, se presentara a vosotros.
--Hay aquí más hombres que temen por su poder ser descubiertos. Espero que no sea la bruja tan cobarde como para dejarse intimidar por ellos. Si quiere la lanza, que puje ella misma.
--No me queda más remedio que informarle de otra cosa, mi querido Cuchillo. La mujer R me manda deciros que anoche fueron vistos desde el castillo de San Jorge un galeón escoltado por cuatro goletas de bandera pirata. Andaban buscando a otra nabe y a estas horas tal vez la hayan encontrado. ¿sabéis?
--No os entiendo --Contestó Cuchillo, que por desgracia comenzaba a entender.
--Bueno, no es necesario que entendais nada. Solo quería que supieseis que una goleta de dos mástiles y medio se ha topado con algo más que pobres pescadores a los que saquear. Por si no lo sabes, R estableció hace tiempo alguna relación con el governador de Golden Sunrise... ¿Veis ahora quién está en una trampa?

Diciendo esto, el hombre dio media vuelta y se sentó junto con el resto de pujantes.
A Cuchillo se le vino el mundo encima. ¿Cómo era posible que sus enemigos se confabulasen tan rápido? Quizás aquello era mentira, pero el hecho de que Regueira supiera que eran perseguidos por el Governador ya era aterrador. Cuchillo --Tim, en realidad-- tenía la lanza, pero el Governador y la Bruja andaban tras el Rapsodia, o quizás ya lo tubieran. Solo Neria sonrió un poco, porque sus cartas estaban apunto de ser jugadas.

1 Comments:

Blogger Bru Ponç said...

... Tic... Tac... Tic... Tac...

snif, snif...
Lo oleis? ¡Es el ansia! El tiempo apremia!

(Aquest comentari no té l'ànim d'estressar ningú) xD

11:59 a. m.  

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