martes, enero 31, 2006

Capítulo 6 : La cosa

Había al menos dos hombres. Dos gigantes de puro músculo entre los que Tomás Rodrigo creyó reconocer a Gregor. El cráneo afeitado y las maneras disciplinadas de la marina podían delatarlo en aquella noche sin luna --acaso noche de luna nueva, Tomás no había reparado en ello--, aun si el marine no hubiese portado el farol. Poco más tarde distinguió un tercer indivíduo, pequeño, flaco y encorvado hasta el punto de macilento pero, por lo visto, aun vigoroso.

Otro ajuste de cuentas,
pensó Cuchillo. O un hurto, lo que seguramente atraerá igual la guadaña de la muerte. A este paso no hará falta encontrarse con enemigos en alta mar.
A este paso estaríamos todos muertos en menos de una semana.

En ese observó que el trío no portaba las armas que cabría esperar para una encerrona en mitad de la noche revuelta. Andaban más temerosos de otra cosa. De algo que portaba el segundo forzudo. Cuchillo tubo que forzar la vista para entrever desde su posición una caja tapada por un harapo amarillento. Una jaula, tal vez.

Oyó la voz de Gregor.
--No podemos conservarlo mucho más tiempo. Algo me dice que si no vuelve al lugar donde lo cogimos, se deshará. Y tal vez entonces conozcamos el infierno.
--No sabía que eras uno de esos temerosos de Dios, Gregor.
--Nunca he creido en Dios, y sigo sin hacerlo. Lo que temo, maestre Edrik, es más bien al diablo, por que si esto no viene del infierno...
--¡Calla! El viejo nos dijo que aprovecharamos la tormenta. ¿No? Que la tormenta le iría bien. Además, se rumorea que el capitán planea volver al Mar Carmesí...

El maestre Edrik tampoco acabó su frase. Se oyó un ruido más o menos lejano --el ruido de alguien como Jieggel tambaleándose por las escaleras hacia su camarote-- y los tres dieron por terminada su incursión secreta.

Tambien Cuchillo se fue, cuando estubo seguro de que ya nadie más aguardaba, hacia la litera que le aguardaba. Por lo que sabía, Jieggel no sabía el escondite de la mujer, y algo le decía que no le delataría ante la tripulación.

Cuando se hizo de día y la lluvia amainó, nadie hubiera nadie hubiera podido decir que hubiese ocurrido nada.

Capítulo 5 : Tormenta

El agua caia fría y decidida sobre la Rapsodia, acelerada por el viento golpeaba el casco del barco como miles de cuchillas clavandose, la oscuridad era la reina de la atmosfera en ese momento atenuada solo por algunos relampagos dispares. Toda la tripulación se encontraba en el interior de la nave, despues de haber retirado las velas y amarrado todo el equipo de la cubierta convenientemente, tratando de relajarse pues era mejor a pensar que en cualquier momento el barco podría irse a pique.

Dos sombras se delizaban por la cubierta apenas visibles sino fuera por un par de ojos rojos que centelleaban en la oscuridad. Cuchillo arrastaba a la chica hacia la cocina del barco, mientras esta le miraba con enfado y lanzaba bufidos que quedaban silenciados por el torrente de agua que caía. Esconder a la chica en algun tonel de la cocina para que esta pudiera escapar cuando estos fueran rellenados en el puerto había resultado una idea descabellada hasta la llegada de la tormenta. La cubierta y cocina estaban desiertas así que Cuchillo lo comunico el plan a la chica que aunque no había pronunciado una sola palabra desde que Cuchillo la salvo, daba muestras de entender todo lo que se le decía. Cuchillo inicio el camino de regreso ya que si hubiera entrado en el comerdar habría lenvantado sospechas.

No hubiera esperado encontrarselo allí nunca, pero ete ahi que contra uno de los palos se encontraba Jieggel firme, dispuesto a atacar y es que la tormenta había dado inicio a planes distintos ya que resultaba una aliada formidable. El motivo por el cual Jieggel no había acuchillado por la espalda a Cuchillo era por que estaba seguro de sus posibilidades con la tormenta, los cuchillos, puñales o dagas no volarían bien con aquella turba de agua. Como un destello Jieggel se lanzo hacia su oponente al tiempo que dos hojas rematadas en una especie de ancla aparecieron en sus largas mangas. Cuchillo esquivo el ataque y extrajo un machete de amenazadora apariencia al tiempo que maldecía entre dientes, Jieggle giro en si mismo y volvio a aremeter. Cuchillo tenia el tiempo justo de esquivar y para tajos que venian de todas direcciones, el maldito de Jieggel se tenía su fama bien merecida como asesino y fue por eso cuando se sorprendio más cuando se dio cuenta que había caido en la trampa. Cuchillo le había desplazado cerca del palo mayor donde este formaba un cobijo de la lluvia libre del torrente de agua, cuando se quiso dar cuenta un par de cuchillos estaban clavados en su hombro. Jieggel gruñio y se arranco los cuchillos lanzadolos al mar, echo un mirada al barco y se desvanecio en la cubierta.

El ganador no tardo en darse cuenta de porque había huido Jieggel una luz se asomaba en la cubierta al otro lado, puede que algun vigilante hubiera oido el altercado. Dado que no tenía tiempo para huir Cuchillo se apreto contra uno de los mastiles y quedo cubierto por la oscuridad a la espera de una oportunidad para escapar.

Y nunca hubiera imaginado que alguien más tenía planes para esa tormenta.

lunes, enero 30, 2006

Capítulo 4 : Naipes y tripulación

--Truco.
Akil Musà, el flaco morisco que se sentaba enfrente de Tomás cuchillo, juntó las tres cartas, las dejó en la mesa bocabajo, miró a Barbas y Jordi con semblante impenetrable, y repitió:
--Truco
--Ya te he oido-- Rugió Jordi. Akil y Cuchillo jugaban contra las dos personas de mas avanzada edad de la nave. Lo cual no significaba nada en el camarote mientras se jugaba a Truc, ni siquiera teniendo en cuenta que Akil era el ayudante y aprendiz de Jordi. De barbas podríamos decir que había sido fiel remero, y a sus cincuenta y dos años había tenido ocasión de tener una vida mejor que la que ahora llevaba. Se decía tambien que antes de llegar al Rapsodia había capitaneado su propia nabe. Ahora se dedicaba a pescar y plasmar las nuevas rutas en cartas detalladas.
Jordi, en cambio, era el segundo a bordo. Solo el capitán estaba por encima del ingeniero, capaz de diseñar y construir la tercera vela de la nave. En los abordajes, él y su rifle de mira telescópica hacían las delicias de Tim desde el castillo de popa. Se podría decir que era el mas inteligente.
--No tienes una mierda-- Espetó el ingeniero. Barbas lo miró dubitativo.
--¿Quereis el truque, entonces?
Jordi no abrió la boca, pero negó con la cabeza.
--Si no lo quieres tú, lo veré yo. Este moro no puede tener siempre las piezas.
Las tenía. Akil tenía el don de ganarse el odio y el respeto con su astucia en las cartas.
Fue entonces cuando el bruto de Gregor, desertor de la armada británica, lanzó su mesa por los aires. Gritó una maldición en inglés, y se contubo de desorejar a su pareja rival. Para él, pensó, ya había llegado la hora de acostarse. Le quedaban cuatro horas de sueño hasta el alba.
Arrigo Murillo, el mayor de los hermanos gitanos a quien le había tocado permanecer en la gavia haciendo guardia, truncó la esperanza del inglés.
--No duermas mucho. En menos de media hora el capitán avisará que vayamos a nuestros puestos. Se avecina tormenta.

domingo, enero 29, 2006

Capítulo 3: Cabeza de tiburón

El camarote del capitán, se encontraba presisido por un enorme escritorio de madera de caoba con incrustaciones de plata en los bordes y las patas, que estaban talladas de forma recordando a las de un leon, dando el efecto de que la mesa se preparaba para lanzarse hacia el invitado, era sin duda escritorio de un negociador agresivo, supuso Cuchillo. El otro elemento a destacar era el objeto colgado tras el sillón del capitán, era la lanza de Arwulgis, uno de los más grandes tesoros que podía obstentar cualquier pirata, como había llegado aquel tesoro a las manos de "cabeza de tiburón" era algo que Cuchillo desconocía, la lanza de la más adorada sacerdotisa de la Luna creciente en manos de un pirata, era bien seguro que los dioses tenían poca presencia en la Rapsodia.

- Sientate Cuchillo - ofreció Tim alargando el brazo al tiempo que el mismo se sentaba en su enorme sillón. Una vez Cuchillo se sentó, el viejo Tim se desprendió del sombrero revelando una larga cabellera gris que le caía por los hombros.
- ¡Por todos los vientos que he visto pocos piratas como tu Cuchillo!,- exclamó el capitán,- te has ganado una buena reputación entre todos esos desgraciados en pocos días, porque oh si Cuchillo, nadie querría tenerte como enemigo. Debes saber eso sí que estoy disgustado, no por tu actuación con esos dos hombres, no cumplierón sus ordenes y los traidores no merecen otra cosa que la horca, sino por la mujer. Por muy blanca que sea su cara o muy tersa su piel, ninguna furcia de una mision vendra a para a la Rapsodia, así que la próxima vez cuidate de ofrecerme esos regalos.
- Eso es todo Cuchillo- termino el capitán al tiempo que le hizo un ademan con la cabeza para que se marchara, inclinandose para sacar un vaso y servirse un buen trago de ron. - Ten cuidado de ahora en adelante cuchillo, pese a que son muchos los que te temen, son más los que te odian, no me gustaría perder un hombre como tu.

Cuchillo salio del camarote al tiempo que juzgaba al capitán, ¿era aquello una amenaza, consejo o reconocimiento?, aquel puto viejo se tenía su fama bien ganada. Se dirigio al lugar por el que había caido la mujer, ¿conseguiría el mar apagar aquellos ojos?, lo dudaba, más aun despues de ver que la cuerda que habia escondido a la vista de todos y de la que colgaba la diablesa que seguía intacta. Dos días hasta el próximo atraque le dijo, su vida estaba en sus propias manos, no había nada más justo para un pirata.
Mientras se dirigía a su puesto se cruzo con Jieggel y es que con aquella cabeza gacha, que le creaba una gran joroba y unas mangas que le llegaban al suelo, nadie hubiera dicho que era uno de los mejores asesinos del barco. Jieggel le dirigio la mirada apenas un momento, pero Cuchillo entendio lo esencial, tenía que andarse con cuidado, a aquel hombre no le gustaba la competencia. Una vez recuperado de la tension del encuentro Cuchillo llegó a su puesto donde encontro a su buen amigo, abandonandose a un momento de relax despues de aquel beneficioso abordaje.

Capítulo 2: La mujer de los ojos del diablo.

Allá fueran todos, hasta el mismísimo infierno, con unas sonrisas bien amplias y ensangrentadas del último abordaje. Simplemente porque eran bucaneros del Rapsodia, la goleta comandada por el capitán Tim. Cuchillo aun no lo sabía, pero el momento del odio no demoró.

Bajo la mirada de la mujer --hubiera dado la vida por que ella no lo viera hacer lo que estaba haciendo-- acabó lo más rápida y limpiamente el sucio trabajo que, como grumete pirata, no le quedaba más remedio que acatar. Decidió que la única manera de no apagar esos fuegos de la mujer sería presentarla a la tripulación como parte del botín. Confiaba en que tan estricto capitán sabría mantener aquel cuerpo a salvo de la depravación de los salvajes que llevaban el barco.

En realidad lo único que esperaba era que el capitán se la apropiara como tesoro personal. Eso hubiera bastado.

De manera que allí se presentó él con ella y, sin mediar palabra, avanzó decidido por la tabla de bordaje hacia el Rapsodia, la nave de dos mástiles y medio que todo el mundo conocía por Putafosca. Miró al capitán, esperando que él entendiera. Y tanto que le entendió. El capitán Tim no era ningún salvaje capaz de matar a aquella señorita. Tampoco cometió el error de darla a la tripulación. En vez de todo esto, esperó a que la dama estubiera a un paso de la borda. Se hizo el silencio, miró de nuevo a Tomás con una mirada interrogativa y, sin ceremonia ninguna, empujó a la mujer al agua.

Uno de los 5 hermanos Murillo, gitanos encargados de la gavia en lo alto del barco y parte de los cañones, rió algo entre dientes, y todos volvieron a la faena como si no hubiera ocurrido nada. Por supuesto, traer mujeres a un barco traía mala suerte; eso era indiscutible. Alguien preguntó por los hombres que Cuchillo acababa de matar, y pronto se supo que acababan de ser degollados por el recien llegado. Tampoco eso causó un gran revuelo. Sin embargo, Tim lo llevó de inmediato al puente de mando para contarle una historia.
Entre los brutales corsarios del Putafosca, todo empezaba en esa historia.

sábado, enero 28, 2006

Capitulo 1 : Abordaje

La sangre se extendía sobre la cubierta , los piratas habían rebanado hasta la última garganta y ahora saqueaban "la doncella con alas" con total tranquilidad. Frente al timón se erguía orgulloso el capitan Tim "cabeza de tiburón", quien con una leve inclinación de cabeza señalo a unos de sus hombres, una joven adquisición de nombre Tomas "Cuchillo" Rodrigo, la escalera que conducía a los calabozos de aquel navio.

Cuchillo se giró y maldijo entre dientes su poca suerte, aunque era normal, al fin y al cabo era el novato de aquel barco. Rematar a los prisioneros de otros barcos piratas no era plato de gusto para ninguna persona en su sano juicio, cuando llegó a la oscura bodega iluminada apenas por unos faroles a la entrada de esta, se dio cuenta que se le habían adelantado. Todos los prisioneros yacían amontanados en un rincon con una curiosa meticulosidad, desprovistos del total de sus pertenencias, y los causantes de esta obra se encontraban al fondo de la sala. Cuchillo avanzo hasta colocarse silenciosamente a una distancia prudencial de ellos, siempre cabía la posibilidad de que aun quedaran supervivientes que se hicieran pasar ahora por los atacantes, pero a la luz del farol reconocio sus rasgos, eran compañeros. Dio un paso seco en el suelo para mostrar su presencia y los piratas giraron la cabeza.

Entonces lo vio, al principio penso que sería el blanco de alguna tela o tapiz, pero se dio cuenta de cuan equivocado estaba cuando reconocio en aquella forma una joven de no más de 17 años, uno de sus compañeros se encontraban encima de ella abusando de ella al tiempo que reia horriblemente, mientras su compañero immovilizaba los brazos de la joven. Este último se dio cuenta de la presencia de Cuchillo y le hizo un gesto para que se uniera a la fiesta, cuando se quiso percatar solo una pequeña empuñadura plateada sobresalía de su frente, su compañero ceso en sus carcajadas, pero en la postura que estaba era demasiado tarde cayo hacia atras con una ranura en su pescuezo de la cual manaba sangre a borbotones.

En el momento que Cuchillo se quiso dar cuenta de su reacción era demasiado tarde, cerro los ojos tratando de centrarse y encontro burda justificación, bastante tenía aquella muchacha con que iba a morir, además las traiciones entre compañeros en un abordaje por algun botin era algo común nadie lo acusaría. Abrio los ojos y centro en la muchacha al tiempo que levantaba la navaja manchada aun de la sangre del violador, se percató que jamás podría matar a aquella muchacha. Fuego, sus ojos eran de fuegos y se clavarón en el, lo miraba como miraría el demonio a sus victimas, Cuchillo sintio terror por un momento, como era posible que alguien con el aspecto de un angel tuviera una mirada como aquella, fascinación, respeto, deseo, odio, un vortice de emociones se hizo con el y supo que nada sería igual a partir de ese momento.